**La irrupción del Sr. Paparulo** Dante Avaro 12/07/2024 Las mañanas más calmas y rutinarias engendran, la mayoría de las veces, las tormentas más siniestras. Parece una frase hecha, pero resulta una observación empírica asertiva. Les contaré. Estaba trabajando en mi casa, cuando de golpe tocan el timbre. Era el cartero que me invitaba, notificación mediante, a recoger un envío postal a la oficina de correos. Como sé que se trata de un libro, y uno que quiero leer inmediatamente, raudamente me preparé para ir a recogerlo. Con dinero y documentos salí dispuesto a recorrer caminando las veinticinco cuadras que me separaban de mi anhelado libro. (Por si es de interés informo que no ando en bicicleta por una simple razón: si cumples las reglas de tránsito —asunto que no puedo evitar— vas más lento que caminando). A poco más de la mitad de camino, hago una pausa para tomar un café. Soy de aquellos que piensa que una mañana sin café se convierte en un día perdido. Entro. Es una cafetería contemporánea, de mobiliario corriente y, de seguro, con un café estándar. Sin embargo, el deseo de la pausa era más tentador que los aromas. Me siento, viene la mesera y ordeno. Noto que en la mesa contigua había dos personas que, por sus disposiciones corporales y gestos, estaban en medio de una acalorada discusión. O fútbol o política, me dije para mis adentros. Efectivamente, era sobre política. El más corpulento se refería a Milei como genio y figura, el otro, cuya vestimenta contrastaba marcadamente con el lugar, lo hacía en términos de hedor y vileza. Rápidamente, hice cálculos y pensé que eso no iba a terminar bien. Me ensimismé y traté de no escucharlos. Pero seguí en vilo, por si había que salir corriendo. Aunque no los escuchaba, mientras jugaba con la cucharita y la borra del café pensaba en aquella milenaria preocupación filosófica que inquiere por las artes del gobernante para gobernar sobre los hombres y sus almas. Justo ahí, en medio de esa cavilación, escucho un fuerte golpe sobre la mesa. Uno de ellos, el corpulento, defendía a capa y espada el rol del presidente en el desfile militar por el aniversario del día de la independencia, el otro, en cambio, con vehemencia le argumentaba que ese hecho era una afrenta contra la democracia. Gruñidos y alguno que otro grito se sucedieron. En automático pensé sobre toda la energía dispuesta y gastada en semejante actividad. Y me asaltó una frase de Pascal: «La verdadera elocuencia se burla de la elocuencia» (_Pensamientos_, fragmento 513). El elocuente, y bien ponderado auténtico presidente, es pillado por ciudadanos más elocuentes. El chiste se cuenta solo, me dije. De nuevo, sobrevinieron los puñetazos sobre la mesa. Ahora el tema era otro: el cepo cambiario. Y, ya que mi mente andaba buceando entre los moralistas franceses, me acordé de uno muy poco leído: Luc de Clapiers, marqués de Vauvenargues. Este anotó en sus _Reflexiones y máximas_ (máxima 315) algo muy interesante y de alcance universal: «Es más fácil decir cosas nuevas que conciliar las que ya se han dicho». Mientras tanto, los exabruptos estaban al alza. Esperaba el peor de los desenlaces. Pero no fue así. Justo en medio de esa trifulca verbal irrumpe el Sr. Paparulo. Le traía un sobre de papel madera al señor de vestimenta distinguida. (El Sr. Paparulo, por fortuna, no logra verme. Urgido con sus menesteres, me da la espalda). Éste se levanta abruptamente y le dice al Sr. Paparulo para que entienda el corpulento: —¡Basta! Me voy a ver qué dice Milei en Twitter. Ahí al menos habla claro. Esta vez la presencia del Sr. Paparulo evitó una tragedia. Bueno … Eso intento creer. Categoría: #inédita Tags: #Milei #Argentina