**Una mañana de artes escénicas**
Dante Avaro
16/07/2024
Esta mañana me levanté más temprano de lo usual. Hace días me había comprometido con una amiga para asistir al ensayo de su próxima obra teatral. Se trata de un unipersonal, al estilo de _stand-up_, que versa, a grandes rasgos, sobre las vicisitudes de la vida contemporánea. No resulta de mi interés, pero es mi amiga. (Digresión: hay toda una generación que habla sobre sexo como si lo hubieran inventado; o, peor aún, como si antes de ellos los seres humanos hubieran brotado de la tierra, como en la mitología griega). En fin … Dejo en paz a cada generación con sus fantasías y sus anhelos. Mientas enciendo un cigarro, me digo a menudo que mis pensamientos son bastantes bastos y trato, aunque no siempre lo logro, de no convertirme en un patán con iniciativa.
Llegué puntual, saludo a todos y me siento en el lugar asignado. Me dispuse con total entrega a acompañar los esfuerzos de mi amiga. Creyendo que ya había dado el paso más importante de la mañana, la realidad se ensañó conmigo. Sentí un extraño cosquilleo en el pecho; luego, un torbellino de ideas, inevitablemente, se apoderó de mi mente. Estaba, ahí, atado al duro banco de la realidad, pero me había ido. En cuestión de segundos, quizá por la mística del teatro, una frase de Denis Diderot agrupó mis quisquillosas neuronas: «El poder no consiste en golpear con fuerza o con frecuencia, sino en golpear justo» (_Le Neveu de Rameau_). Esa frase machacó mis pensamientos durante varios minutos. Justo cuando comenzaba la actuación de mi amiga, todo se aclaró.
Lo que me estaba inquietando era la noticia que había leído a la madrugada. Ni más ni menos que la creación —vía decreto 615/2024— de la ya creada Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), cuyo origen se remonta a la Coordinación de Informaciones de Estado (CIDE) mediante decreto 0337/1946. Mientras pensaba sobre esta noticia, me acordé de los infructuosos intentos llevados a cabo, en 1994, por los laboristas británicos para hacer que los responsables de los servicios secretos de su país rindiesen cuentas a unos observadores ciudadanos elegidos por sorteo. Esto me llevó a pensar en la vieja y no resuelta cuestión: ¿cómo una democracia puede lidiar con este crucial y necesario asunto? Lo que, inmediatamente, devino en otra: ¿un gobierno liberal puede hacer algo distinto para asegurar la libertad de sus ciudadanos? Preguntas … Punzan y generan zozobra.
Volví a la obra. Mi amiga estaba eufórica, quizá radiante sea un mejor calificativo. Me pareció que el torbellino se había disipado. Me sentía tranquilo, en paz. Al cabo de unos minutos, me volví a inquietar. Y allí descubrí que la anterior cavilación solo fue un distractor, ese tipo de angustia que enmascara otra más profunda. Y sí … Finalmente, apareció mi verdadero pesar: llegando a casa tendría que contestarle un correo electrónico al Sr. Paparulo.
Resulta que hace dos días el Sr. Paparulo me envío un _mail_ envenenado. En él me dice lo siguiente: —Mi muy estimado. Quiero saber que opina de los dichos del “famoso” periodista, quien afirma que Milei tiene que ser un ser humano predispuesto a la justicia, ya que al igual que él disfruta de la ópera. Tal argumento remata el Sr. Paparulo, se basa en que ambos tienen predilección por _Lucia di Lammermoor._
El Sr. Paparulo me colocó en un apuro. Si no le contesto, podrá usar la siguiente frase a su favor:
"Il dolce suono
mi colpì di sua voce!
("¡El dulce sonido
de su voz me golpeó!)
Evidentemente, no quiero que piense eso. Sin embargo, si le contesto, él podrá ver a través de mis pensamientos. Y como ya lo expresó La Rochefoucauld: «Nos gusta ver a través de los demás, pero no que los demás vean a través de nosotros» (_Reflexiones o sentencias y máximas morales_, máxima 365).
Cuando logré levantar la vista la obra había terminado. Presto me dirigí a felicitar a mi amiga, sabiendo que tenía que resolver un enigma. Si Usted piensa que soy un egoísta desalmado por colocar mi angustia personal delante de los grandes temas nacionales, no seré yo quien le corrija. Pero … La naturaleza ama la sobrevivencia.