**¿Puede el *déficit cero* promover mejores políticas públicas?**
Estimada persona lectora, frente a esta tumultuosa y frenética
coyuntura, le propongo un ejercicio mental montado sobre un horizonte de
mediano plazo. Lo hago en parte para despuntar el vicio, pero también
convencido de que la especulación puede resultar capaz de iluminar
ciertas regiones de la realidad que, muchas veces, el crudo "realismo"
pasa por alto. Comencemos.
El profesor Luis Aguilar Villanueva ---gran impulsor e introductor del
estudio de las políticas públicas en el contexto latinoamericano--- ha
machacado una y otra vez, siguiendo una consolidada tradición
democrática, que un gobierno democrático gobierna a través de
*políticas*. En este sentido, poco importa si el gobierno de turno tiene
una orientación liberal o socialista, si se declara abiertamente
globalifílico o globalifóbico, etc. Lo relevante es que tiene que
gobernar mediante políticas públicas. Imbuido de un afán simplificador,
se podría afirmar que, cualquiera fuere su orientación
político-ideológica, las políticas públicas deberían cumplir tres
requisitos: dado un conjunto de restricciones, propender a la
eficiencia; frente a las demandas ciudadanas legítimas, procurar
eficacia; y, finalmente, asegurar que, en su formulación e
implementación, todos los ciudadanos sean tratados equitativa e
imparcialmente. Así, en la medida que se encuentren presentes estos tres
requisitos, se podría afirmar que las políticas públicas estarían
adecuadamente institucionalizadas dentro de un régimen democrático.
Durante los últimos años, los diferentes públicos ciudadanos han
atestiguado la carencia de institucionalización de las políticas
públicas no solo a través de múltiples registros noticiables sino,
incluso, por medio de verdaderos escándalos. Si bien algunos "asuntos"
relacionados con la formulación, con la implementación y, especialmente,
con la evaluación de las políticas han adquirido fuerza propia en la
opinión pública, muchos otros han quedado solamente registrados en
trabajos científicos y una gran mayoría todavía resultan desconocidos y,
por tanto, no registrados ni analizados. Resulta redundante, pero parece
todavía necesario insistir en que la débil institucionalidad de las
políticas públicas en Argentina es una deuda que mantienen tanto
políticos como burócratas para con la democracia y sus ciudadanos desde
Alfonsín hasta nuestros días.
Ahora bien, descrito el contexto propongo una pregunta: ¿el "criterio"
político del *déficit cero* puede coadyuvar al mejoramiento de la
institucionalización de las políticas públicas en la Argentina actual?
Sobre este interrogante se monta la especulación.
El *déficit cero,* en tanto ideal normativo o principio político, no es
otra cosa más que una declaración formal carente de interés práctico ni
poder performativo. Sin embargo, *déficit cero,* en tanto criterio
estructurador del presupuesto nacional, constituye una verdadera
política económica. Una política económica que, aguas arribas, se nutre
de una economía política que el gobierno declara liberal-libertaria y,
que aguas abajo (o, mejor dicho, debajo del agua), hace competir a las
diferentes oficinas gubernamentales (y a sus actores políticos
asociados) dentro de una restricción presupuestal políticamente
infranqueable para el Ejecutivo.
En tanto criterio, la economía política del actual gobierno guía el
déficit cero del siguiente modo: el gasto público depende de los
ingresos fiscales. Al eliminar del horizonte político la posibilidad de
endeudarse y emitir, entonces, los incrementos presupuestales van a
depender del crecimiento económico. Así, el eslogan que reza que la
mejor política económica es no tener ninguna, encuentra su asidero así:
solo una baja de alícuotas impositivas (y la eliminación de algunos
tributos) permite el crecimiento, siendo este la única garantía de que
el gasto se pueda incrementar en el mediano-largo plazo. Mientras tanto,
en el corto plazo, el presupuesto está virtualmente congelado o fijo,
abriendo, así, una frenética competencia entre oficinas y actores
políticos por hacerse de una porción más grande en desmedro de los más
incompetentes.
Es en esa competencia en donde se abre una ventana de oportunidad para
que políticos y burócratas comiencen un proceso de mejora y
fortalecimiento de la institucionalidad de las políticas públicas.
Competir por porciones fijas genera incentivos para mejorar la
eficiencia, la eficacia y la evaluación, sobre todo pensando que las
oficinas gubernamentales y sus actores políticos asociados tendrán que
buscar la aprobación pública para generar apoyos políticos extras. Para
que la ventana de oportunidad se mantenga abierta tendrían que suceder,
de manera simultánea, dos cosas: una, que el gobierno tenga un verdadero
interés en que se discuta y apruebe el presupuesto (algo que muchos
actores políticos ponen en duda) y, la otra, que la lógica subyacente a
este período presupuestal se mantenga en los próximos (situación que no
parece firme para todos los actores políticos involucrados en dicho
proceso).
Cabe destacar, sin embargo, que esta ventana de oportunidad está lejos
de insertarse en un contexto ideal, pero, aun así, es una pequeña
hendija que permite que la opinión pública y los ciudadanos fuercen a
que los actores políticos y la burocracia comiencen a prestarle la
atención debida a la institucionalidad de las políticas públicas. La
hendija está ahí a pesar de que reine cierta arbitrariedad dado que la
Jefatura de Gabinete sigue manteniendo una enorme tajada destinada a
políticas gubernamentales (es decir, casi discresionales para servir a
los intereses del gobierno) o que el Ejecutivo, vía la SIDE, se sirva
con un cucharón para alimentar políticas de Estado (léase razón de
Estado).
Para finalizar, no resulta relevante en este análisis como Usted o yo
valoremos (moral o políticamente) el criterio del *déficit cero* o si el
Ejecutivo quiere o no mejorar la institucionalidad de las políticas
públicas. La ventana de oportunidad se abrió, dependerá de nosotros qué
podemos hacer con ella. En otras palabras, de cómo competirán los
actores políticos en este entorno de restricción y del juicio ciudadano
sobre ellas.