**Viajes presidenciales** Dante Avaro Hace pocos días, las redes sociales, a propósito de la seguidilla de viajes al exterior emprendidos por el presidente Milei, se inundaron de memes que apelan a un único asunto: “¿cuándo Milei visitará a Argentina?” O, incluso más ingeniosa: “último momento, próximamente Milei visitará Argentina”. Detrás de los chascarrillos, como siempre, se esconde algo más, en este caso, algo enigmático, pero también perturbador. Comenzaré comentando lo primero, finalizaré describiendo lo inquietante. Una anécdota muy utilizada en los cursos de comunicación política para ilustrar la evolución de la relación entre los presidentes y los públicos ciudadanos reza así: George Washington viajaba a caballo para saber qué estaba aconteciendo en el novel país, luego Ulysses S. Grant usó el ferrocarril, con la llegada de George H. Gallup —y la creación del American Institute of Public Opinion— todos los presidentes analizaron informes demoscópicos. Esta historia ilumina los citados memes desde dos ángulos diferentes, pero complementarios. Por un lado, dado el asombroso avance en las técnicas, herramientas y tecnologías del quehacer demoscópico, qué presidente se resistiría a utilizarlas. Aunque el presidente ha manifestado, reiteradamente, que no está preocupado por los sondeos de opinión pública, su gobierno las consume de manera voraz. Por otro lado, los memes echan luz sobre la aparente y momentánea conexión entre Milei y una gran parte de la ciudadanía argentina. Por ahora, el gozne que articula al gobierno con varios públicos ciudadanos parece estar bien lubricado.   Es una obviedad, aunque conviene recalcar que los memes tratan de capturar el sentir de aquellos ciudadanos que no son seguidores del gobierno, sino escépticos sobre sus políticas o abiertamente críticos a ellas. Así, los memes iluminan la perspectiva de quiénes quieren intercambiar argumentos con el presidente, tenerlo cerca para manifestarle sus puntos de vista o, quizá, quieren que les ofrezca unas reconfortantes indulgencias. Lo cierto es que los memes puntualizan algo enigmático, pero no novedoso. Otros presidentes también han sido poco proclives a viajar por el país. De la Rúa casi no salía de la residencia oficial y Fernández de Kirchner encontró en las teleconferencias una útil zona de confort.   El meme funciona, entre otras cosas, porque lo que la herramienta humorística reclama no es que Milei esté en el país, sino que se comprometa con él. Sin embargo, mirado desde la perspectiva de quién tiene el poder —que como se sabe no es ni bueno ni malo, sino un crudo hecho— el asunto luce diferente. En este sentido, desde el gobierno se pueden preguntar: ¿para qué o por qué viajar por el país? Esa pregunta puede tener tres respuestas, en ningún caso parece que relevante para el gobierno. A continuación, las presento y expongo las razones por las cuales el gobierno parece desestimarlas. La primera respuesta tiene que ver con poder vivenciar de primera mano lo que le está pasando a la ciudadanía en diferentes lugares del país. Ante ello, en un tono exultante, el gobierno puede exclamar: si casi no usamos esa estrategia durante la campaña electoral, qué nos llevaría a usarla ahora. Otra respuesta podría ser la siguiente: para escuchar e intercambiar opiniones y afectos con diferentes y múltiples realidades del país. La contestación del gobierno podría ser incólume: por qué hacerlo, si hasta ahora hemos logrado justamente eso a través de otros mecanismos. La última respuesta a la pregunta consiste en lo siguiente: el presidente tiene que viajar para hacer control de daños. El gobierno contestará optimista que hasta ahora no hay daños que controlar. El dispositivo humorístico pone la lupa sobre un asunto extraño. Hace más de medio siglo el filósofo Habermas —en su _Historia y crítica de la opinión pública_— presentaba con claridad un nuevo hecho que azota a las democracias. En aquella ocasión, afirmó que los gobernantes democráticos modernos no pueden jugar el juego de la legitimidad en dos escaques de manera simultánea: o apelan a la fuerza de los votos o surfean por las crestas de las cambiantes olas de la opinión pública. El gobierno, por ahora, parece jugar en los dos escaques. Por esta razón, los memes echan luz sobre un asunto que es totalmente enigmático. Sin embargo, los enigmas generan, también, sentimientos de inquietud. Si este último sentimiento crece, deviene en algo perturbador. Con esto finalizo. El artefacto humorístico también machaca sobre lo obvio: los viajes presidenciales. Para los adversarios políticos del presidente, furibundos o no, e incluso para sus aliados coyunturales, retumba cada vez con más fuerza la siguiente cuestión: ¿qué Milei viaja, el presidente o el intelectual? Para muchos ciudadanos no queda claro si la invitación que se le extiende a Javier Gerardo Milei es al presidente para que hable como intelectual público, _showman_, predicador o profeta (Usted elija la etiqueta que más le apetezca), o es a este último, que ahora da la casualidad que ha devenido en presidente. Este embrollado asunto perturba por muchas razones. Entre ellas, por una que supo advertir hace muchos años el perspicaz e inigualable Alexis de Tocqueville. En su libro _El Antiguo Régimen_ expresó que se produce un “terrible espectáculo” cuando lo que es cualidad en el escritor termina siendo un vicio en el hombre de Estado. De forma lacónica, afirmaba, y con esto concluyo, la misma materia que ha dado origen a excelentes libros, puede conducir a grandes calamidades. El humor es como un estómago artificial, nos permite engullir alimentos que de otra forma esquivaríamos. Sin embargo, nos deja por largo tiempo rumiando. Así estamos, rumiando.