### LAS ÉPICAS DISTRIBUTIVAS EN LA ACTUALIDAD[^2] ##### §.1 INTRODUCCIÓN El título de este encuentro remite directamente a una profunda observación realizada por el gran maestro Paul Valéry: “No hay nada más original, nada más personal que alimentarse de los demás. Pero hay que digerirlos. El león está hecho de cordero digerido"[^1] Así, el objeto que quiero abordar en esta sesión se puede condensar bajo la siguiente pregunta: ¿qué han almorzado los leones pro distributivos[^3] de la actualidad? Que resulta similar a preguntarse: ¿Cuáles son las ideas que están detrás de los deseos, impulsos y acciones que llevan adelante los partidarios de la justicia distributiva en la actualidad?[^4] Para avanzar, se impone una breve caracterización de lo que entenderé aquí por “león distributivo”. Los partidarios de la distribución (justicia distributiva) convergen, aun con diferentes argumentos e intensidades, en la siguiente tesis: el capitalismo es inmoral.[^5] En el registro moderno, incluso en el contemporáneo con mayor énfasis, el asunto de la distribución se topa, por más rodeos que pensemos dar, con la dura muralla de lo retributivo, es decir, la moral adjudicada a la defensa y sostenimiento del capitalismo. Esta es una discusión o debate estrictamente moral, pero con consecuencias reales. De otra forma, si bien parece un asunto de “palabras bellas”, lo concreto —parafraseando al buen Chrysale— es el suculento plato de sopa.[^6] Este derrotero resulta evidente en el debate de los años 60 y 70 del siglo pasado entre liberales y libertarios (Rawls _vs._ Nozick), pero también sucedió en términos similares en el período de entre guerras. A lo largo del siglo pasado emergió una especie de improvisada división técnica del trabajo que acompasó la expansión histórica de la justicia distributiva, así, la filosofía política (el asunto de la justicia distributiva en el mundo anglosajón, la justicia social en el continente) aporta el componente moral para deslegitimar el capitalismo[^7], mientras que la ciencia política, la sociología y la economía estudian su funcionamiento.[^8] El solapamiento de ambas actividades constituye, en términos generales, la granja que provee de materias primas para el alimento de los leones distributivos. Pero, como insistió Valéry, hay que digerir esos alimentos. En este contexto, la historia nos muestra que los partidarios de la distribución promocionan sus objetivos a lo largo de un extenso arco. En un extremo se ubican aquellos que esperan una sustitución (total) de la inmoralidad capitalista por un sistema justo; en el otro, menos ambiciosos, esperan morigerar la inmoralidad a través de un _core_ más justo. A estos actores (_i.e._ los partidarios de la distribución) conviene etiquetarlos con la categoría de anticapitalistas.[^9] Y aunque se reinventen por oleadas, son tan longevos como aquello que quieren desterrar. El capitalismo no solamente nace con detractores, sino con aquellos que quieren oficiar de sepultureros. Erick Olin Wright, en uno de sus últimos trabajos (E. O. Wright 2019, chap. 3), resumió las variedades de anticapitalismo a través de cinco verbos, es decir, tipos de acciones estratégicas que caracterizan la confrontación con el capitalismo: aplastar, desmantelar, domar, resistir y escapar[^10]. Siguiendo mis intereses expositivos, y en consecuencia alejándome de los originales de Wright, agrupo las acciones estratégicas anticapitalistas en tres grupos: a) anarquistas (resistir y escapar), b) revolucionarios (aplastar) y c) troyanos (desmantelar y domar). De los tres grupos me interesa describir el último, ya que considero, y espero argumentarlo satisfactoriamente, es el más importante para la dinámica de nuestras actuales sociedades. Resumo para avanzar: habiendo, con el auxilio de la tipificación propuesta por Wright, identificado el león que resulta de interés (los “troyanos”), ahora sobreviene la tarea ineludible de describirlo.[^11] Inmediatamente, pasaré a revisar su actual dieta. Empezaré con la descripción que propone Wright (2019), puesto que facilita la visión retrospectiva. Los domadores serían, en la cuenta de Wright, los socialdemócratas. Una etiqueta útil siempre y cuando establezcamos que constituyen un grupo ideológicamente diverso, que llevó adelante políticas convergentes pero en espacios institucionales distintos y en momentos históricos específicos. Sin embargo, asimilar domadores a socialdemócratas es una salida práctica para establecer una referencia histórico-temporal y encuadrar, así, un conjunto de políticas, además es pertinente para ubicar las discusiones sobre las variedades de capitalismo (Rogers Hollingsworth and Boyer 1997; Arsenault 2017; Hall and Soskice 2001) y regímenes de conocimiento (Campbell and Pedersen 2014, 2015). Por otro lado, los desmanteladores no son fácilmente encasillables en conjuntos de orientación de políticas, sino más bien en la consecución de objetivos: estatización, nacionalización, expropiación, controles generales, etc. La historia del siglo XX ha sido pródiga con relación a este tipo de experimentos, algunos todavía le sobreviven. Sumariamente, podemos exponer el grupo de troyanos de la siguiente forma: los domadores confían en la domesticación del capitalismo, mientras que los desmanteladores propugnan por una implosión del modo de producción capitalista a través de estatizaciones, nacionalizaciones y controles. Sin embargo, esto parece historia. Por tanto, ¿dónde, *i.e*. en qué lugar, se encuentran actualmente los domadores y los desmanteladores? ¿Qué dieta alimenticia tienen estos “leones distributivos”? ##### §.2 UNA BREVE ANOTACIÓN SOBRE EL MÉTODO Para avanzar en la última pregunta, resulta necesario ordenar las premisas que guían esta presentación. Lo hago del siguiente modo: a. Los distributivistas son, en el límite, anticapitalistas. b. En esta ocasión estoy interesado en un tipo especial de anticapitalistas: los domadores y desmanteladores. b. Las ideas de las que se nutren (el alimento de los leones) tanto domadores como desmanteladores performan su identidad como anticapitalistas. Ahora retomo la pregunta. La primera respuesta consiste en contextualizar: depende qué estamos observando. El punto de observación es empíricamente fundamental, tanto como obvio. Sin embargo, el objetivo que persigue esta charla no es inquirir sobre quiénes son los domadores y desmanteladores en tal o cual sociedad, sino más bien que ideas los alimentan en general, es decir, en las diferentes sociedades capitalistas. Con lo cual afirmo dos cosas: primero, que lo que resulta de interés aquí son las “ideas” sobre la justicia distributiva y no sus resultados[^12]; segundo, que las ideas viajan relativamente rápido y su convergencia en diferentes sociedades conforman una losa común, una especie de mensaje (codificado) global[^13]. Así, enfrento a la pregunta de dónde se encuentran actualmente los domadores y los desmanteladores por medio de una hipótesis: > lo que separa a ambos bandos no es una empalizada, sino más bien una delgada y borrosa línea. En lo que resta, trataré de argumentar por qué conviene hablar de troyanos, que es una forma elegante de decir que los bandos se han entremezclado a tal punto que no resulta fácil saber quién ha quedado de qué lado. Para ello voy a proceder del siguiente modo: Primero, dentro de la abundante carta alimentaria anticapitalista, propongo analizar tres ofertas concretas: los ingresos básicos universales, la justicia distributiva compensatoria y, finalmente, la propiedad como accesos. Haré una breve descripción de cada una de las ofertas y argumentaré por qué resultan vitales en la dieta distributivista contemporánea (_vid infra_ §.3). Segundo, mostraré en qué medida cada una de las anteriores ofertas resultan insatisfactorias para el apetito anticapitalista actual, lo que deriva en mezclas o preparados _ad hoc_. Esta línea de análisis me permitirá presentar con más nitidez el tipo troyano como modelo anticapitalista actual (_vid infra_ §.4). Tercero, planteo a modo de incógnita la siguiente cuestión: estando disponible en la gran carta alimentaria la automatización de lo social, ¿por qué razón no aparece como un alimento deseado para los leones distributivos? ¿O es acaso un plato secreto que se lo piden al camarero mediante código o seña? (_vid infra_ §.5). Cuarto, tras argumentar que los troyanos constituyen la figura dominante, en número e ideas, del sentir anticapitalista actual, propongo, en las conclusiones, dos líneas (potenciales) de investigación para el futuro (_vid infra_ §.6). ##### §.3 IDEAS DISTRIBUTIVAS *À LA CARTE* Resulta necesario, antes de analizar las tres ideas distributivas, una presentación general. La hago a través de dos premisas. 1. El sentimiento anticapitalista está en una cresta. Las percepciones negativas hacia el capitalismo se mueven por oleadas, es decir, al compás de su evolución. En la actualidad están en una cresta. Recientemente, el [Informe Edelman de 2020](https://cdn2.hubspot.net/hubfs/440941/Trust%20Barometer%202020/2020%20Edelman%20Trust%20Barometer%20Global%20Report.pdf?utm_campaign=Global:%20Trust%20Barometer%202020&utm_source=Website) reveló que, en promedio, el 56 % de la población encuestada[^14] cree que el capitalismo genera más mal o efectos nocivos que el “bien” que produce[^15]. 2. La estatización de la sociedad está en su esplendor. Los Estados, ya sea por demandas domésticas o por la participación en la agenda internacional, se van ensanchando a ritmos inusitados, también sus funciones y la actividad de los ejecutivos dentro del entramado institucional de los Estados. El Minotauro, apelando a la metáfora siempre vigente de Bertrand de Jouvenel (De Jouvenel 1972), siempre tiene sed tributaria. Pero no sólo eso, se observa un hambre voraz sobre lo que Erving Goffman denominó _civil inattention_ (Goffman 1972)_._ Estas últimas décadas resultan de una estatización acelerada y pertinaz, sin embargo, muchos públicos ciudadanos presionan sobre la agenda pública y demandan, en consecuencia, mucho más. Dicho de otra forma: asistimos a un momento histórico donde cualquier asunto conduce al laberinto del Minotauro, que es lo mismo que afirmar que carecemos de una agenda de desestatización de la sociedad. El Estado se agiganta, los ciudadanos empequeñecemos.[^16] ###### §.3.1 INGRESOS BÁSICOS UNIVERSALES[^17] Los Ingresos Básicos Universales (IBU) a menudo suelen etiquetarse también como Renta Básica y en muchas ocasiones como Ingreso Ciudadano. Sin embargo, aunque compartan una misma visión utópica, tienen profundas diferencias morales de origen. Aunque las diferencias consisten en interesantes discusiones filosóficas, aquí me concentraré en los IBU y la razón para hacerlo es simple a la vez que potente: los IBU han ocupado un lugar prominente a lo largo de la historia de la distribución moderna y contemporánea. La relevancia moral de los IBU brilla a través del contraste entre los reiterados fracasos políticos destinados a su implementación y sus parciales éxitos técnicos o instrumentales en la historia distributiva reciente. El frondoso árbol que cobija filosóficamente a los IBU hunde sus raíces en dos asuntos que son ineludibles, aunque según autores y épocas manifiestan diferentes profundidades. Me refiero a la propiedad y los ingresos. En este sentido, se observa que los IBU tienen una particularidad sorprendente: sus defensores y promotores pueden llegar a abrazar su causa, ya sea a través de un consecuencialismo sin tapujos o por medio de la defensa de un principio moral inclaudicable. Me detengo en este asunto para poder avanzar. Los IBU siempre están relacionados con los ingresos. Por un lado, por su insuficiente tenencia (la privación, es decir, la pobreza), por otro, por verse impedido en su acceso (la falta de empleabilidad, es decir, el desempleo). Aquello que se considera inmoral en el capitalismo, _i.e._ la desigualdad de ingresos y de acceso a los activos, es lo que se quiere cambiar. Los IBU se presentan como una solución más justa a la realidad existente, en definitiva, se promueve abrazar a los IBU por sus consecuencias. Así, no conviene perder de vista que los IBU constituyen un esquema distributivo de alcance universal, incondicional, pero unidimensional. Sumariamente, lo único que se va a distribuir es “dinero”, a todos y a lo largo de la vida. De este modo, los IBU se presentan como un esquema de justicia simple, en apariencia contundente y justo (o al menos según Van Parijs (1998) todo lo justo que se puede alcanzar). Sin embargo, ¿de dónde saldrán los ingresos, es decir, el “dinero”? A través de la anterior pregunta entra en escena el otro grupo de promotores y el asunto se vuelve interesante. Para estos, los IBU son un subproducto variable del ejercicio de un principio distributivo más profundo: la propiedad (Avaro, 2007). La fuente y legitimidad de los ingresos están asociados indefectiblemente a lo que hacemos con los activos que tenemos, de allí que lo que está en el centro de la escena sean ingresos y no renta. Esta postura tiene una larga historia, podemos resumirla así: si bien la visión consecuencialista se remonta al sistema Speenhamland (1795, Berkshire), hay que destacar que el asunto de la propiedad le antecede, puesto que es parte central del debate entre los _Diggers_ y los _Levellers._ Así, desde un inicio el asunto de “los activos que tenemos” resulta una afirmación que encierra dos tipos de problemas: ¿cuáles son los activos? Y ¿quiénes constituyen el sujeto tácito del “tenemos”? El debate fue mutando y lo hizo bajo diferentes etiquetas conceptuales, aquí algunas: propiedad dada a todos en común, propiedad colectiva, propiedad conjunta y recientemente propiedad pública. Estas conversaciones públicas intergeneracionales han tenido un denominador común: sustraer la propiedad privada de la escena moral. Para los partidarios de los IBU la propiedad privada (exclusiva y excluyente) no resulta una buena respuesta moral a la pregunta (práctica) de por qué razones cada uno de nosotros debe renunciar a una parte de lo que nos fue entregado a todos en común para construir cooperativamente la sociedad[^18]. Si bien esa pregunta constituye el nervio central del común denominador, tampoco hay que ignorar que la propiedad estatal —tal y como la hemos conocido a lo largo del siglo XX— no constituyó una respuesta adecuada al citado problema práctico.[^19] Resumo y avanzo. Hay dos tipos de defensores de los IBU: están los que se centran en las consecuencias, es decir, en la capacidad que tendría el IBU para resolver la inmoralidad estructural del capitalismo; por otro lado, están aquellos que creen que los IBU constituyen un principio de justicia anclado sobre la propiedad. La interacción entre consecuencialistas y principistas resulta muy interesante de destacar. La visión consecuencialista, extremadamente atractiva por los efectos de su implementación, se encarga de promover los IBU entre la población, mientras que la visión principista centrada en la propiedad ofrece la justificación moral para el origen de los ingresos. Así, la interacción genera un argumento moral en un doble nivel: una visión instrumental sobre la propiedad y la existencia de los modernos sistemas impositivos. ¿Por qué? El asunto se puede exponer de manera muy simple, veamos. Los IBU son ingresos provenientes de la cotitularidad de los activos que tenemos en común, sin embargo, por definición, los ingresos son variables. Y lo son, en este caso, por dos razones: porque depende de lo que hagamos con la propiedad (es decir, la productividad) y del uso de los talentos para trabajarla. De donde se desprende que la propiedad depende de los incentivos y talentos. Es decir, de las desigualdades sobre los activos. Así, los IBU descansan en una paradoja: el camino más corto para implementar los IBU es a través de la propiedad privada. Sintetizando, a través de algo que funciona bien: el capitalismo y sus esquemas de incentivos. Pero para ello, la propiedad se debe entender como un artefacto instrumental, es decir, manipulable, y no como principio moral restrictivo, es decir, ya no es un principio moral inviolable. El camino más corto para volver viable el IBU a los niveles más altos posibles depende de un moderno sistema impositivo, de allí que en los años sesenta del siglo pasado se pensara a este como impuesto negativo a los ingresos. Y, para asombro de muchos, este atajo funcionó. Son los logros parciales a los que me referí _supra_.[^20] El siglo XX ha sido un gran laboratorio para distribuir dinero. Si bien las distribuciones fueron parciales y no universales, condicionales al cumplimiento de ciertos requisitos y temporalmente acotadas y no a lo largo de la vida, las transferencias monetarias han sido el familiar más cercano a los IBU.[^21] Los IBU son la propuesta distributiva que más se ha estudiado, analizado y permeado dentro de la corriente mayoritaria (_mainstream_) de la ciencia económica moderna y desde allí tuvo una influencia decisiva en la política pública. Toda la teoría impositiva moderna (p. ej. impuestos progresivos), los sistemas de fondos contra riesgos (p. ej. salud, seguridad social, etc.) y el manejo inter temporal de ingresos (p. ej. pensiones) hunde sus raíces en este viejo y clásico debate del cual los IBU son sus legítimos herederos. Dicho lo anterior, quiero volver a una afirmación que formulé: los IBU son un “esquema de justicia simple, en apariencia contundente y justo” (_vid supra_). Los IBU son justos porque parten de un principio justo: la obtención de ingresos por la cotitularidad de lo que tenemos. Y es simple y contundente, puesto que todo el mecanismo distributivo se simplifica por la distribución de un bien fungible (intercambiable), perfectamente mensurable y divisible: el dinero. Los IBU son una distribución equitativa universal, incondicional, a lo largo de toda la vida. Sin embargo, su simpleza y contundencia constituyen, paradojalmente, su propia debilidad. Puesto que, aunque consideremos que el dinero es el máximo fetiche que imaginó Marx, incluso hasta por el mismísimo Goethe que leyó Marx, los IBU siempre serán una instancia distributiva unidimensional. Una vez instaurados los IBU ya no habrá bienes salarios, subsidios, escuela y salud pública, ni pensiones, ni seguros de desempleo, y la larga lista continúa[^22]. Esta es una puerta que, al asomarse, les propina a todos los partidarios de la distribución, una ventisca helada que recorre su espinazo anticapitalista de manera intensa e inoportuna. Por esa razón, los IBU resultan tan disruptivos, como insuficientes. Aunque empujados en Europa y Norteamérica por socialdemócratas y liberales (_liberals)_, respectivamente, los IBU parecen, en el fondo, una propuesta más cercana a los libertarios (moderados) que a las diferentes culturas de izquierda.[^23] Por esta razón, los marxistas no se han tomado muy en serio los IBU, sino hasta en estas últimas décadas y con mucha relatividad y gran desconcierto. Y una de las razones por las que los revolucionarios (los aplastadores) no han adherido a los IBU es porque, en el límite, los IBU son compatibles con el capitalismo, es decir, con los domadores. Así, no es de extrañar que los IBU representan un esquema económico demasiado radical y políticamente ambicioso hasta para los propios domadores (ellos pueden sobrevivir políticamente con un esquema menos agresivo), mientras que constituye una idea extremadamente insuficiente para los desmanteladores que siempre se inclinan por medidas relacionadas con la propiedad estatal. Estos propugnan políticas más agresivas y que incrementen sustancialmente la maquinaria distributiva mediante la estatización. Así, el proyecto de los IBU ocasiona una constante tensión en el seno de sus promotores y en una separación de aguas entre domadores y desmanteladores. Sintetizo este asunto de la siguiente forma: a. Mientras los consecuencialistas abrazan, en su afán por ganar adeptos, un discurso milenarista frente a las supuestas injusticias capitalistas, los principistas tienen la mano puesta en el freno de mano, puesto que saben que los ingresos son un subproducto variable de los que hacemos con lo que tenemos en común. Bajo esta tensión no resulta extraño que para los consecuencialistas los IBU son pertinentes, pero ni resultan suficientes ni oportunos. Terminan siendo una pequeña gota de moralidad en un océano de inmoralidad. b. Los domadores siempre han percibido que los IBU constituyen un proyecto políticamente extravagante y demasiado costoso, no porque desacuerden en la superficie, sino porque pueden hacer prácticamente lo mismo a un costo político menor. Los desmanteladores, en cambio, siempre han pensado que los IBU no únicamente resultan insuficientes, sino que terminan siendo funcionales al relanzamiento continuo del capitalismo. Así, para los domadores los IBU resultan políticamente onerosos, para los desmanteladores inmorales e insuficientes. ###### §.3.2 JUSTICIA DISTRIBUTIVA COMPENSATORIA El siglo XX fue el siglo de la distribución, pero también, cabe destacar, que fue el momento en que hemos perdido, como humanidad, nuestra inocencia. Descubrimos, a fuerza de toparnos una y otra vez con la realidad, que la distribución es siempre redistribución. Perder la inocencia significa que los gobiernos democráticos le han perdido el miedo a la distribución; en otras palabras, nuestras sociedades han abrazado eufóricamente la construcción de una maquinaria redistributiva constante, voraz y atemporal. En esta carrera distributiva, cuya meta consiste en abarcarlo todo, quiero destacar tres senderos[^24], aunque todos llegan, con mayor o menor énfasis, al mismo punto de reunión: la justicia distributiva compensatoria o, lo que es lo mismo, a la maquinaria distributiva contemporánea. Haré una breve presentación de los senderos y, luego, concluyo este acápite con una caracterización de la justicia distributiva compensatoria. El primer camino que quiero exponer consiste en advertir que las sociedades abiertas y plurales han experimentado un creciente y virulento rechazo a una justicia distributiva unidimensional, y aunque esta postura lleve a una especie de paternalismo selectivo o “buen” paternalismo no parece haberle importunado ni a gobernantes ni a ciudadanos. Este asunto puede exponerse así: aunque la distribución de dinero respete la autonomía y la dignidad moral para elegir, resulta insuficiente. El rechazo a la justicia distributiva unidimensional no descansa en su falta de eficacia, sino en la insuficiencia. Y esta asume un doble rol práctico: el dinero no puede (y no debe) comprar muchos de los bienes socialmente valiosos. Esto quiere decir que si los anticapitalistas van a proponer un esquema de justicia alternativo a la inmoralidad capitalista, hace falta que tomen en cuenta seriamente que se requiere distribuir algo más que “dinero”. Su expresión esotérica sería algo así: los intercambios bloqueados (_i.e._ lo que el dinero no puede y además no debe comprar)[^25] dejaron lentamente de ser mecanismos y criterios autorregulados propios de las diferentes esferas de la vida social y adquirieron un estatus universal, es decir, lo que las personas resolvían a través de la vivencia y experiencia personal se fue conformando como un debate abierto en la gran arena política y, además, con pretensiones universales. La cuestión distributiva del siglo XX no está centrada en la discusión acerca del estatus moral de la equidad ni en el irrestricto respeto a la dignidad, sino en su realización. Así, el asunto medular que recorrió la justicia distributiva en el siglo pasado no descansa en si debe haber un _distribuendum_, sino cómo se compone esa cesta —si se me permite la expresión. Lo que claramente ha mostrado el siglo XX es que la ciudadanía y los gobiernos se han comprometido moralmente en que tiene que haber, además del dinero, otros bienes sujetos a una constante redistribución. Pero, ¿qué bienes y cómo establecer sus límites? He ahí un _core_ anticapitalista de fuste. En términos lógicos, el _distribuendum_ puede conformarse por bienes y cargas. Siguiendo con la tradición, dejaré, por ahora, las cargas y me enfocaré en los bienes o activos. Estos pueden ser de tres tipos: a) activos tangibles transferibles, b) activos intangibles transferibles y c) activos intangibles intransferibles. Las transferencias monetarias, para no hablar de los IBU, siempre han resultado atractivas, pero simplistas en este hipotético escenario. El dinero, el máximo representante del grupo b, ha permitido, desde un inicio, simplificar el debate de cómo y bajo qué circunstancias distribuir la tierra, el pan, las casas, etc. (todos bienes del grupo a, _vid supra_). También ha sabido surfear con relativo encanto los problemas derivados de la distribución de aquellos bienes intangibles e intransferibles, como la formación profesional, por ejemplo. En esta vena, la invención del criterio distributivo de la igualdad de oportunidades ha justificado esta masiva aventura distributiva que recorrió todo el siglo XX. Sin embargo, aunque la distribución de dinero se empecina en exorcizar la distribución de bienes, estos retornan al seno de la sociedad. Aunque el “dinero” resulta un buen sustituto para la distribución de activos tangibles transferibles, las democracias se han empecinado en establecer criterios distributivos específicos para este tipo de bienes. Así, la distribución de bienes (tangibles-transferibles) regresa una y otra vez al seno de las discusiones morales. Esta especie de eterno retorno obedece, aunque resulten difíciles de separar y establecer su relación, a dos variables: los rituales (políticos) distributivos y a mecanismos anticipatorios para que los yoes presentes no terminen condenando a los yoes futuros por sus (malas) decisiones (_i.e._ evitar la dominancia de las preferencias por el corto plazo y suavizar los problemas derivados de las asimetrías informativas). Dicho de otra forma: aunque la distribución de bienes tangibles transferibles potencie cierto tipo de paternalismo, este resulta, a juicio de las preferencias ciudadanas, necesario para promover la cohesión de la sociedad (los rituales distributivos), al tiempo que imprescindible para anclar las preferencias de los yoes inter temporales en una especie de canasta universal, más visible y menos abstracta que el mero dinero. Sin embargo, esto es solo una parte del problema, lo verdaderamente desafiante para el distributivismo del siglo pasado han sido los activos intangibles intransferibles. La autoestima, la igual consideración y de trato, el respeto, el reconocimiento, entre otros, constituyen activos intangibles intransferibles. No solo no se pueden comprar (con dinero), tampoco se pueden quitar a unos y dar a otros. No se pueden arrancar, tampoco imponer. ¿Se pueden lograr u obtener a punta de estrictas regulaciones? En otro lugar (Avaro 2019) resumí este asunto bajo el siguiente lema: demandas distributivas del tipo “soy, aunque no sea a tus ojos” hicieron ensanchar la inocente visión distributiva que tenían las democracias a mediados del siglo XX. Sin embargo, la aventura distributiva recién comenzaba. Puesto que el mayor desafío no era el carácter intangible, sino la característica de intransferibilidad. Lo que no se puede transferir, tampoco se puede repartir. Se inaugura, así, un _momentum_ distributivo en dos escenarios paralelos: por un lado, llegar a lo intransferible mediante lo transferible (sucesión imperfecta de compensaciones), por otro lado, mediante la exigencia o ejecutividad inmediata de lo intangible intransferible mismo, es decir, mediante la capacidad de nombrarlo o nominarlo (es decir, una justicia distributiva sobre el lenguaje de los derechos). Los escenarios no son antagónicos, son salas alternas. Así, en las últimas décadas del siglo pasado, los distributivistas se parecieron a un pelotón que avanza a campo abierto y, en su afán por conquistar la colina inmoral capitalista, dinamitaron todos los puentes que cruzaron, obligándose, por tanto, a no retroceder. Cualquier intento por delimitar el _distribuendum_ siempre resultó insatisfactorio o limitado. El paso de la _equidad moral_ como principio a la centralidad puesta en las políticas de igualdad como criterio de medición y ejecución significó un punto de no retorno. Ahora sí, el batallón solo puede avanzar. Dado que siempre se puede establecer una nueva relación antropológica entre bienes tangibles transferibles y justicia, obliga a que el _distribuendum_ resulte indefinido; asunto que se acompasa con la emergencia de un nuevo lenguaje de derechos, dando por resultado una nueva apertura y expansión de posibilidad para descubrir nuevas esferas de distribución que estaban ocultas. Así, las políticas de igualdad ofrecen un nuevo panorama para los distributivistas: ya no solo se trata de igualdad entre quiénes, sino el asunto de la igualdad de qué. Asunto que se desliza, tanto en la tradición como en la práctica, a la vinculación entre emancipación y justicia. Algo que quizá conviene mantener separado, justamente para que el mundo no sea un lugar absolutamente injusto y miserable. El segundo sendero recorre la _equidad_ y la _dignidad_ moral, hundiendo sus raíces en la vieja tradición de la desigualdad. Expresiones como las personas son desiguales de formas desiguales (Amartya Sen) no solamente se remontan al asunto de que las personas desiguales deben ser tratadas desigualmente (la lectura que hace Marx de los clásicos griegos) sino que también dejan de ser metáforas, pretenden ser guías prácticas para enfrentar la desigualdad. En esta tradición la pregunta por la _igualdad de qué_ resulta improcedente, cuando no ciertamente inmoral. Y esto es así, ya que lo que realmente importa no es la relación que se puede establecer en los bienes/activos y la justicia, sino que lo que se pone en el centro de la escena es la persona y la justicia. Los bienes, independientemente de cómo están asignados, son los que deben estar al servicio de las diferentes formas en que las personas son desiguales. En este marco poco importa la igualdad de qué, lo relevante consiste en cómo enfrentar la desigualdad, que siempre resulta empecinadamente observable, arbitraria en su existencia, intempestiva en su presentación y dolorosa en su vivencia. Así, la desigualdad no solo resulta el reverso de las políticas de igualdad, requiere políticas que se presentan en el gran teatro distributivo como “políticas” mejoradas y superiores, puesto que pueden y deben ser diferenciales. Se las supone como más allá del dominio de lo uniforme, se ubican en el imperio de lo diferente, de lo personal, es decir, de lo único e irrepetible. Sin embargo, hay que aclarar que enfrentar moralmente a la desigualdad implica abrazar con determinación la búsqueda por la máxima apertura del vector informativo sobre lo moral, solamente mediante una revolución informacional resulta posible asir la cuestión de que qué aspectos desiguales hacen a los desiguales entes _desiguales_ (esto es lo que hace el trabajo pionero de Amartya Sen). Cruzado este río y dinamitado el puente, no hay lugar donde regresar frente a la fatiga distribucionista. No queda más que multiplicar las políticas de desigualdad. Y aunque los distributivistas[^26] siempre pueden echar mano de algún criterio de igualdad[^27] para mostrar o representar cómo esta estrategia distributiva conduce a la realización del principio moral de la _equidad,_ saben que todo intento por determinar y delimitar el _distribuendum_ da como resultado o un páramo o un pantano. Por desolación o atasco, la sociedad política ya no puede, en este escenario, establecer una canasta de lo que hay que distribuir. La distribución es una redistribución eterna, siempre ampliada, siempre insuficiente. Todo intento por delimitar el _distribuendum_ está condenado al fracaso. La revolución en el vector informativo de los asuntos morales expande el _distribuendum_ a niveles nunca antes conocidos. Así, el paternalismo deja de importar, puesto que al volverse imposible precisar el contenido del _distribuendum_ (sus límites), el paternalismo se vuelve un asunto borroso, es decir, difícil de asir y precisar. El paternalismo ya no es paternalismo, es protección, más precisamente cuidado. El tercer sendero atraviesa, desde fines del siglo pasado, un aspecto específico de la justicia distributiva: su protocolo de justificación. Desde el momento que nuestras sociedades asumen que los asuntos distributivos constituyen un asunto político y no metafísico (Rawls), tanto desde la perspectiva constructivista como epistémica, la autonomía de la sociedad política (como opuesto a la heteronomía) cuenta con único dispositivo o artefacto para justificar y legitimar las demandas distributivas: los protocolos[^28]. Estos, en términos de gran trazado arquitectónico, estuvieron anclados en la amalgama que se fue dando entre derechos humanos y procedimientos democráticos. Así, en este contexto, la argumentación resulta indispensable para presentar la legitimidad de las demandas autoconfiguradas y la justificación de los actos autoritativos que sustentan las políticas distributivas. Lo que implica que la libre circulación de ideas va de la mano de un régimen —si se me permite la expresión— plural y abierto para el lenguaje. Sin embargo, desde la aparición en la escena distributiva de los activos intangibles intransferibles, junto al concomitante desliz de la necesidad, la opresión y la emancipación desde el campo estrictamente político a la discusión de lo justo, ese régimen de lenguaje abierto y plural comenzó a trasmutar. Aunque no puedo detenerme en este asunto, sí remarco lo siguiente: el régimen de lenguaje dejó de ser abierto y plural, _i.e._ un artefacto para procesar la legitimidad de las demandas distributivas, y pasó a constituir un objeto central del _distribuendum_, en su límite, es el _distribuendum_ mismo.[^29] Presentados los tres senderos, concluyo el acápite con una caracterización de la justicia distributiva compensatoria. Destaco tres características de esta maquinaria distributiva y finalizo con una observación sobre la naturaleza y alcance del concepto compensatorio.   Primera, la justicia distributiva compensatoria tiene una vocación totalizante. Ambiciona, así, redistribuir constantemente en los tres grupos de activos. Segunda, la justicia distributiva compensatoria abraza tanto al paternalismo como reivindica la autonomía. Al estar atravesada tanto por las políticas de igualdad como por las de desigualdad, el paternalismo resulta una mancha que todo lo cubre, ocultándose, así, detrás de la idea de cuidado o protección. Tercera, la justicia distributiva compensatoria dinamita los límites del _distribuendum_, para ello, instaura, un régimen de lenguaje que funge como el _distribuendum_ que habilita la expansión de un no-_distribuendum_. La compensación es una palabra trasparente, sin embargo, tiene su historia y recodos. No haré genealogía aquí, pero le prestaré atención a uno de esos recodos. La compensación a lo largo de todo este acápite transmite la idea de que se trata de una acción tendiente a calibrar la (buena) suerte; por otro lado, ajusta correctivamente la (mala) suerte. La compensación, en suma, rectifica y repara por aproximaciones sucesivas y siempre de manera inestable y transitoria. Repara mirando en retrospectiva, rectifica mirando el futuro. Pero siempre lo hace de forma indirecta, es decir, por aproximaciones sucesivas. Así, la compensación es una maraña o una red de distribuciones, la mayoría de las veces superpuestas. Resulta inevitable, está en su naturaleza. Sin embargo, la idea de compensación tuvo a mediados del siglo pasado otro uso. El filósofo Odo Marquard (Marquard 2012, 2001, 2000) pensó la compensación como parte de la finitud y la división de poderes. En síntesis, la pensó como algo que emergía espontáneamente en la vida social. En la actualidad, los partidarios de la justicia distributiva compensatoria, justamente al contrario de la propuesta de Marquad, han pensado y puesto en práctica la compensación estatizándola, es decir, concentrando el poder. Quizá tendría que buscar otro término para referirme a la compensación, pero como dijo en alguna oportunidad Nietzche los conceptos tienen su estirpe, podemos hacer cualquier cosa con ellos, salvo extirpar su historia. Así, mantengo con esta salvedad la palabra compensación para mostrar la vocación totalizante de la justicia distributiva y la estatización perpetua a la que conlleva. ###### §.3.3 ACCESOS (PLENOS), NO PROPIEDAD La propiedad privada tiene dos tipos diferentes de defensores, por comodidad podemos intitular: defensa instrumental y moral. Entre los últimos existen dos grupos bien identificables: están aquellos para los que la propiedad privada es una extensión de la propiedad de sí mismos, y otros que consideran a la propiedad como el único refugio estable para la maldad del mundo. En cualquier caso, la propiedad privada se vuelve tan inviolable como la persona moral. Por otro lado, hay varias modalidades para convertirse en un defensor instrumental de la propiedad privada, sin embargo, aquí quiero destacar la cuestión de la coordinación.[^30] Este asunto no solamente reúne adeptos en su costado productivista (económico puro) sino humanistas (la paz, _i.e._ el _doux commerce_ de Montesquieu). Así, la propiedad privada puede ser defendida de manera traslapada entre quienes la consideran moralmente justa y por aquellos que solo la consideran un arreglo estable. Donde lo estable termina por reforzar su condición moral. Por tanto, no es de extrañar que los domadores, durante décadas, aceptaran a regañadientes la propiedad privada justamente por su costado instrumental. Los anticapitalistas redomados y detractores empedernidos de la propiedad privada de todas las épocas y tradiciones no siempre han mostrado una profunda preocupación acerca de cómo establecer fundamentos morales para una propiedad no privada, cualquiera que sea su denominación, naturaleza y alcance.[^31] Dejando este asunto de lado, el verdadero escollo que los anticapitalistas han tenido es la defensa instrumental para una (hipotética) propiedad no privada. Más allá de los loables intentos tendientes a mostrar que la tragedia de los comunes no es una inevitabilidad histórica (Ostrom 1990), eventos puntuales (remotos o recientes) no resultan suficientes para garantizar la coordinación a escala amplia en sociedades plurales con actores que sustentan las decisiones en la libertad de elegir y la autonomía. Por el contrario, la historia muestra que son los anticapitalistas los que tienen que ofrecer la carga de la prueba. Resumo para avanzar: el desafío para los anticapitalistas no recae en la justificación moral de una propiedad no privada, sino en los atributos instrumentales que esa propiedad (no privada) debe tener para asegurar la estabilidad distributiva. Es decir, permitir la coordinación entre individuos libres y autónomos. Denomino a este asunto, siguiendo la tradición de la tragedia de los comunes, como accesos.[^32] Los anticapitalistas de raigambre marxista, _i.e._ casi todos, han encontrado, con diferentes modalidades y énfasis, una solución (teórica) a este problema. La denomino la huida al futuro. El argumento corre del siguiente modo: el desarrollo de las fuerzas productivas promete que en el futuro el acceso estará garantizado, en el presente, sin embargo, queda encubierto a través de la gruesa pátina del materialismo histórico. El argumento dice dos cosas muy importantes: la primera, los accesos dependen del desarrollo de las fuerzas productivas (simplificando, del estadio tecnológico) y no necesariamente del tipo de propiedad vigente (dominante); segunda, los accesos ya no dependen de una justificación moral, sino que son un asunto técnico-tecnológico, por tanto, la forma que asuma la propiedad resulta irrelevante. Sobre estos dos asuntos me quiero detener y con ello concluyo el acápite. Si bien hay ludistas díscolos en las filas anticapitalistas, en su gran mayoría celebran la reciente revolución en la inteligencia artificial. Entendida esta última como el símbolo por excelencia de la nueva revolución industrial y la frontera evolutiva del desarrollo de las fuerzas productivas. Lo que critican, en cambio, es el uso que el capitalismo hace de ellas, es decir, el clásico problema de la tecnología en manos equivocadas. Denomino, por comodidad, este contexto con la etiqueta “paraguas de la inteligencia artificial”. Los anticapitalistas vitorean el paraguas de la inteligencia artificial no solamente por el asunto de la economía de lo inmaterial o por su naturaleza heterárquica, sino por la redención sobre el asunto de los accesos. Aun así, en este contexto de exultantes odas a las nuevas tecnologías, hubo un resurgimiento, en estas últimas tres décadas, de fundamentaciones morales en torno a una propiedad no privada. Esto no es paradójico, resulta complementario. En la reciente literatura especializada anticapitalista se observa una genuina vocación por fundamentar moralmente la (nueva) propiedad no privada. Se pueden citar algunos intentos: “lo común” (Laval and Dardot 2015), “bienes comunes” (Mattei 2013; Hess and Ostrom 2016), nueva gestión democrática de la propiedad estatal, posesión y uso transitorio de activos cuyos propietarios son los no nacidos (que a su vez puede incluir a las personas no humanas). Si bien las etiquetas o denominaciones son importantes, puesto que sirven para conversar de cara al futuro a hombros de diferentes tradiciones, más relevante es lo que estas propuestas comparten. Y aunque no siempre quede explicitado, lo que comparten es el asunto de los accesos. ¿En qué consiste este asunto de los accesos? Lo que está sobre la mesa distributiva es siempre un clásico asunto: el uso de los medios de producción y el sustento del hombre (apelando a la memorable metáfora de Karl Polanyi). Sin embargo, lo que está en juego ahora no es teoría abstracta, sino un asunto práctico. El desarrollo y profundización del paraguas de la inteligencia artificial, permite, en un contexto de desmaterialización creciente de la producción capitalista, abordar el problema clásico de forma integral. Por un lado, en este contexto de desarrollo de las fuerzas productivas, el clásico problema de la asignación de unidad de capital (el asunto de la exclusión de medios de producción) puede volverse sensible no solo a los talentos, sino a las necesidades. Puesto que son las nuevas tecnologías las que constituyen en sí mismas el artefacto que garantiza la coordinación de las decisiones autónomas y aisladas, con lo cual se despoja a la propiedad privada de uno de sus atributos instrumentales clásicos: la coordinación como factor de estabilidad. Por el contrario, el paraguas de la inteligencia artificial promete una distribución no paternalista de los bienes socialmente valorados. El asunto radica no en qué activos hay que distribuir, sino más bien en asegurar su acceso. En esta visión ya no resulta relevante distribuir casas, autos o lavarropas, es decir, distribuir activos bajo el formato de propiedad exclusiva y excluyente, sino asegurar el acceso habitacional, a la movilidad, a la limpieza. Así, en ambos casos, se enfatiza la idea que la tipología de propiedad resulta irrelevante, porque ya no es la titularidad exclusiva y excluyente sobre la propiedad lo que garantiza los accesos, si no una tecnología ubica (una especie de cerebro global, en cierta manera el célebre _General Intellect_ de Marx) que propicia y facilita la coordinación entre agentes autónomos y libres para elegir.[^33] Se impone un comentario final. Lo que está en juego en esta visión ya no es la distribución, ni siquiera la constante redistribución, sino algo todavía más dinámico: la regulación propiamente dicha sobre los accesos (lo más parecido a un flujo). Además, hay que resaltar que este enfoque permite incorporar un asunto largamente descuidado: la asignación de cargas. Y estas no son otra cosa que reducción de flujos o accesos negados. Más adelante volveré sobre el tema. ##### §.4 INSATISFACCIÓN DISTRIBUTIVA, MULTIPLICACIÓN ANTICAPITALISTA En el acápite anterior presenté tres ideas distributivas, en este, en cambio, ofrezco argumentos que justifican por qué las identidades de domadores y desmanteladores se entremezclan conformando una nueva: la identidad troyana. Por otra parte, adelanto la formulación de una hipótesis exploratoria: la identidad troyana es lo suficientemente elástica para incluir a ciudadanos descontentos, aunque no necesariamente anticapitalistas (al menos no en los términos clasificatorios planteados originalmente por Wright). La justicia distributiva compensatoria es un suculento plato para cualquier anticapitalista, puesto que se convierte —siguiendo con la metáfora de los alimentos— en un amplio catálogo en sí misma. La justicia distributiva compensatoria no solo es atractiva por lo que promete, es, por si fuera poco lo anterior, un frondoso árbol donde su copa brinda resguardo a los partidarios de las transferencias monetarias (condicionadas o no, experimentales o definitivas, segmentadas o cuasi-universales), también a los partidarios de la regulación de los “accesos” (que incluye, ahora, potencialmente también a las cargas). En este esquema, todo frenesí anticapitalista encuentra (su) lugar. Obtienen cobijo los que quieren transferencias monetarias, también los que desean rituales distributivos para activos tangibles transferibles y, reciben atención, los que desean accesos plenos tanto a medios de producción como al consumo. Este movimiento se encuentra traccionado mediante la poderosa locomotora de las compensaciones. Estas empujan la expansión de la frontera distributiva, lo que permite cobijar y multiplicar las diferentes versiones anticapitalistas. A su vez, la voraz expansión compensadora promueve la percepción de cobijo totalizante. Y aunque haya bandos, pelotones aislados y grupos en pugna, la justicia distributiva compensatoria, a través del régimen de lenguaje primario, construye un horizonte común: acabar con la inmoralidad del capitalismo. Así, la justicia distributiva compensatoria resulta una especie de pátina especial que recubre las demandas de múltiples ciudadanos y les otorga protección para ir construyendo desde el interior del capitalismo una sociedad más justa. En este esquema se entremezclan y confunden otrora domadores con desmantaladores, de alguna manera todos se sienten aqueos penetrando la fortificación capitalista. La identidad troyana resulta expansiva, al igual que la maquinaria distributiva. En el acápite anterior me referí al avance de los distributivistas como pelotones que cruzan ríos, tras de sí dinamitan los puentes. La metáfora de dinamitar los puentes, implica que no solo el pelotón que lo hizo no puede regresar, cualquier otro (ciudadano) tampoco. Es decir, las compensaciones resultan difíciles de desarmar, entre otras cosas, por su entramado e hibridación. Las compensaciones no tienen otro destino que expandirse; así, esta especie de insatisfacción distributiva conforma una losa mínima para los sentires y quehaceres anticapitalistas de gran parte de la sociedad. Incluso entre aquellos que no son percibidos como anticapitalistas. Ilustro este asunto por medio de un ejemplo y finalizo. En estas últimas décadas surgió con mucha potencia el enfoque gubernamental de gobierno simplificado (Sunstein 2014), etiquetado por los libertarios como Estado Niñera (Maconie 2020; Le Grand and New 2015) y por los anticapitalistas como neuroliberalismo (Whitehead et al. 2017; Mannevuo 2019). De acuerdo con el recorte de intereses que propone esta charla, la propuesta del gobierno simplificado recae en tres asuntos cruciales. Los enuncio: a) regulaciones anticipadas para conductas no deseables, b) cupos para decisiones no deseables, y c) una especie de protección permanente para los diferentes yoes en el tiempo. A esos criterios le podríamos añadir un cuarto hipotético (puesto que no está del todo explicitado en las teorías conductuales de gobierno): d) accesos a activos en función de comportamientos presentes. A través del anterior ejercicio se puede observar que la losa común que soporta la carga distributiva de nuestras sociedades es sólida. Asunto que nos invita a reflexionar sobre la siguiente cuestión: entre los troyanos se pueden colar, además de domadores y desmanteladores, muchos más ciudadanos en tanto crean que ya resulta inevitable regresar y cruzar el río a nado. ##### §.5 ¿AUTOMATIZACIÓN DE LO SOCIAL? ¿MENÚ SECRETO? Al inicio, señalé que resulta necesario plantear un interrogante. Para ponerlo en términos menos elegantes, pero más contundentes: más que una pregunta es apuntar a un silencio inconveniente. Aunque resulta un asunto difícil de abordar, intento simplificarlo. Es por todos bien conocido que el régimen chino se considera no solamente como un socialismo moderno, exitoso, sino también humanístico y exportable (Avaro, 2023). En ese contexto, conviene preguntarse: ¿qué influencia tiene el socialismo con características chinas en las identidades anticapitalistas contemporáneas? Para abordar este asunto, me temo que tendré que dar un brevísimo rodeo histórico. Pero adelanto, para no aburrir con hechos pasados, que la clave de bóveda de este asunto radica en un viejo anhelo socialista: la automatización de lo social o socialismo cibernético. Después de la muerte de Stalin (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili), se puede decir que su sucesor Nikita Khrushchev (Nikita Serguéyevich Jrushchov) aceptó, atado al duro banco de la realidad, que había algunos problemas estructurales en el comando económico, es decir, en el corazón de la planificación[^34]. Para decirlo en el lenguaje siempre vigente: problemas de coordinación. En ese contexto irrumpió la propuesta de la creación de un Sistema Nacional Automatizado de Administración de Economía.[^35] OGAS, el acrónimo en ruso que identificó la propuesta elaborada por Viktor M. Glushkov, no fue la única, sí la más ambiciosa. Así, OGAS consistía, _grosso modo,_ en recopilar más información, acelerar los procesos de análisis, automatizar decisiones, es decir, poner la cibernética de la época al servicio del comunismo y del comando central económico (Peters 2016, chap. 1). OGAS prometía enlazar informativamente las empresas con centros territoriales de gestión-administración, para llegar finalmente con toda la información a Moscú (Peters 2016, chap. 2).[^36] El aparente atractivo de OGAS para el régimen eran las palabras mágicas con las que todo comunista sueña: automatización de la gestión o del gerenciamiento (_Cf._ Peters 2016, chap. 3).[^37] Según el padre intelectual de OGAS, Glushkov, lo imaginaba “como un cerebro” administrando toda la economía y ampliando las vivencias de los habitantes (Peters 2016, 119). Pero fue Viktor Afanasyev, subdirector de Pravda, quien en 1971 expuso el paisaje completo de este ambicioso proyecto: OGAS “se puede utilizar — y debería utilizarse — para recopilar, procesar y analizar información sobre procesos sociopolíticos e ideológicos con el propósito de [la] gestión óptima [de la sociedad]” (Peters 2016, 113). El resultado del experimento del socialismo soviético es por todos bien conocidos, y aunque Chile tuvo su propia e incipiente versión de socialismo cibernético[^38], recién va a ser de la mano del socialismo chino que la automatización de lo social vuelve al plano práctico. Así, hacia fines del siglo pasado el Partido Comunista de China comenzó con el diseño del Sistema de Crédito Social, ambiciosa obra de ingeniería social que recibirá bajo el liderazgo de Xi Jinping su empujón final. Desde un inicio, las autoridades del régimen no ocultaron que se trataba de un sistema para automatizar lo social (Avaro 2023, chap. 1), es decir, avanzar en la realización de una vieja y deseable aspiración del régimen. La literatura especializada, en general, retrata y ubica al Sistema de Crédito Social como un asunto de vigilancia-control con una gran relevancia para la marcha económica.[^39] Mi enfoque difiere; desde mi perspectiva, el Sistema de Crédito Social constituye un esquema de justicia (retributiva cruzada). Defino al Sistema de Crédito Social y explico brevemente por qué conviene caracterizarlo como un esquema de justicia. El Sistema de Crédito Social es un sistema de sistemas de vigilancia agencial que monitorea la conducta honesta de la población. El régimen chino evalúa la conducta de la población, la jerarquiza y la evalúa. Así, los que mantienen, a juicio del régimen, una conducta deshonesta o quebrantadora de la confianza reciben un determinado nivel de puntos o quedan registrados en listas (negras). Finalmente, reciben un castigo a través del siguiente criterio: quebrar la confianza en un lugar implica castigos en varias dimensiones de la interacción social (Avaro 2023). El Sistema de Crédito Social resulta, así, en un esquema de justicia retributiva cruzada por la siguiente razón: la evaluación del historial de conductas pasadas determina los castigos presentes, mismos que se efectivizan en la regulación de accesos a bienes socialmente valiosos (Avaro 2023, chap. 3). Presentado a grandes rasgos el panorama del Sistema de Crédito Social chino y su inscripción en la historia de la ambición socialista por la automatización de lo social a través de la cibernética, emergen, inevitablemente, dos preguntas. Las formulo y cierro el acápite. a. ¿Para los anticapitalistas el Sistema de Crédito Social chino se trata del clásico asunto de tecnologías potencialmente “buenas” en las manos equivocadas? b. ¿Los anticapitalistas visualizan en el “caso chino” como un experimento a tomar en cuenta para modelar los accesos y sus mecanismos de regulación? Un silencio anticapitalista ante estas preguntas puede convertirse no solo en algo incómodo, sino aterrador para la vida futura de nuestras democracias. ##### §.6 EN TIERRA DE TROYANOS ... ¿DOMAR SIN LÁTIGO, DESMANTELAR SIN RUMBO? Esta charla se desarrolló en torno a la siguiente pregunta: ¿cuáles son los alimentos que nutren y llenan de energía a los distributivistas contemporáneos? No resulta ocioso reiterar que el objetivo de este encuentro consistió en presentar un entramado o articulación de ideas, quizá por momentos ofrecí algunas premisas ordenadas sistemáticamente con la finalidad otear en el horizonte. De ninguna manera he presentado teorías de la justicia, mucho menos teorías acerca de la sociedad justa.[^40] Lo que sí he hecho, queda en ustedes evaluar la faena, es presentar un conjunto de creencias que cumplen un doble rol: por un lado, sirven como punto de apoyo, por otro, orientan los juicios (políticos) que los ciudadanos mantienen acerca de la (supuesta) inmoralidad del capitalismo. Así, al preguntar de qué se alimentan los distributivistas contemporáneos, he reunido las marcas o banderillas que los ciudadanos van colocando en las interacciones cotidianas. Lo que hice aquí es ofrecer un ordenamiento y jerarquización sobre las mismas. Para finalizar ofrezco un breve un resumen, tras lo cual presento una conclusión. Lo sustancial del encuentro se puede resumir en cuatro puntos: 1.       He partido de la premisa que los actores pro distributivos son, en el límite, anticapitalistas. Siguiendo la tipología de anticapitalistas propuesta por Erik Olin Wright identifiqué un grupo especial de ellos: domadores y desmanteladores. Acto seguido, los denominé, por comodidad, troyanos.   2.       Tomando en cuenta el actual estadio distributivo en el que están inmersas nuestras sociedades democráticas, presenté la siguiente hipótesis: domadores y desmanteladores se han entremezclado a tal punto que conviene hablar de identidad troyana. 3.       Ofrecí una carta distributiva compuesta por tres platos principales. Argumenté que la justicia distributiva compensatoria resulta el más robusto y atractivo. 4.       Finalmente, ofrecí algunos argumentos parciales que indican que los troyanos se identifican con la Justicia Distributiva Compensatoria. La expansión de la compensación, por otra parte, consolida la identidad troyana. Como resultado de este encuentro creo que se derivan dos asuntos empíricos de relevancia. Los expongo y con ello concluyo. Primero. A lo largo de la charla he llegado a presentar una afirmación doble: por un lado, la justicia distributiva compensatoria constituye el principal alimento de los anticapitalistas, por otro, los troyanos abrevan allí para fortalecer su identidad como anticapitalistas. Otra forma de presentar esa afirmación es: la (agenda de la) justicia distributiva compensatoria es dominante, los troyanos son mayoría. Esta afirmación constituye un primer acercamiento a un objeto de investigación relativamente poco estudiado. A partir de aquí se puede elaborar, con un marco metodológico adecuado y la identificación observable pertinente, una segunda fase de análisis: la puesta a prueba de una hipótesis que presento, provisoriamente, del siguiente modo: > La mayoría de los ciudadanos perciben satisfactoriamente a los mecanismos compensatorios como herramientas o instrumentos políticos justos y eficaces para enfrentar los males que el capitalismo produce en la actualidad. De probarse demoscópicamente esta hipótesis, existirán más insumos para pensar el asunto de la irreversibilidad asociada a la existencia elástica y amplia de los mecanismos compensatorios como _core_ de la maquinaria distributiva contemporánea. Segundo. A lo largo de la charla he afirmado que el asunto de las variedades de capitalismo y regímenes de conocimiento no parecen ser los temas dominantes dentro del territorio troyano. Como he tratado de argumentar, son asuntos propios de una era pasada, propia de cuando los domadores tenían el control político. La socialdemocracia no da indicios de resurgir de sus cenizas. En todo caso, si todavía existen, se trata de domadores, pero sin látigo. Por otra parte, insistí en que los objetivos clásicos de los desmanteladores están fuera del radar de la justicia distributiva compensatoria. Aunque todavía existen proyectos para nacionalizar, estatizar e insistir en una especie de aventura controladora prometeica, estas iniciativas, todavía populares en buena parte de la región latinoamericana, resultan, en el mejor de los casos, victorias pírricas. Sugiero, en función de lo expuesto a lo largo de la charla, que una posible forma de probar que tanto domadores como desmanteladores resultan actores menores en el actual contexto distributivo, consiste en comprobar cuáles son las preferencias ciudadanas en torno a estos cuatro asuntos: regulaciones anticipadas para conductas no deseables, cupos para decisiones no deseables, accesos planos a activos en función de comportamientos presentes, y una especie de protección permanente para los diferentes yoes en el tiempo. Si los indicios fueran favorables a estos cuatro criterios distributivos, contaríamos con algo más de evidencia para suponer que la maquinaria distributiva ya se ha convertido en un viaje de ida para nuestras democracias, también para nuestras vidas. ##### BIBLIOGRAFÍA Arsenault, Matthew P. 2017. _The Effects of Political Institutions on Varieties of Capitalism_. Londres: Palgrave Macmillan. Avaro, Dante. 2007. _Los Límites Morales Del Gasto Público_. Buenos Aires: Teseo. ———. 2019. _Hambrear a La Bestia. Alimentar a Los Ciudadanos_. Buenos Aires: Biblos. ———. 2023. *El Sistema de Crédito Social. Vigilancia, Paternalismo y Autoritarismo*. Buenos Aires: Biblos Backer, Larry Catá. 2017. “The Algorithms Of Ideology In Economic Planning: A Critical Look At Cuba’s National Economic And Social Development Plan 2030.” _Cuba in Transition_ 27: 115-136. Campbell, John L., and Ove K. 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[^3]: Por economía de palabras, de ahora en más, me referiré a ellos con el neologismo distributivistas. [^4]: ¿Qué quieren hacer los distributivistas? Sospecho que hay dos formas de acercarse a ese asunto: la primera, y más relevante, es observar qué hacen cuando llegan al poder; la segunda, es que ideas alimentan su ideario. [^5]: La justificación acerca de la inmoralidad del capitalismo es un asunto complejo, en el que no puedo adentrarme con detalle en esta ocasión. [^6]: Me refiero a Wilfredo Pareto que inmortalizó al “buen” Chrysale en su texto “Solidaritè Social” (_Journal des Economistes_, 1898). [^7]: El concepto de “deslegitimar” suena grandilocuente, lo sé. Sin embargo, resulta una creencia y una práctica muy usual entre los anticapitalistas. Como prueba de esa vocación va un ejemplo: hace algo más de una década CLACSO publicó ─ con prólogo de Samir Amin─ un texto con ese título, véase Houtart (2009). [^8]: Cabe aclarar que las cosas no siempre son tan claras. La imbricación entre la filosofía y la ciencia suele no estar explicitada, es decir, lo que *debería ser* suele colarse en la descripción de lo que *es*. Sucede a menudo, en el análisis económico con efectos devastadores para la actividad económica. Mientras que en el enfoque de políticas públicas resulta inevitable, tanto como deseable su explicitación [^9]: Esta etiqueta permite interactuar con las varias tradiciones presente en la gran familia abocada a estos temas específicos. [^10]: En el original: “smashing capitalism, dismantling capitalism, taming capitalism, resisting capitalism and escaping capitalism.” [^11]: Esta idea de entrelazamiento y tensa convivencia entre domadores y desmanteladores creo que no es nueva. Está presente en una tesis que se puede sintetizar así: una convivencia entre capitalismo y socialismo. Se puede consultar al respecto Honneth (2016) y Sklar (1992, chap. VII). Idea que se puede presentar de manera alternativa: el socialismo se fue enquistando dentro del capitalismo. [^12]: Dejo para otro momento, lamentablemente, el crucial asunto de si han hecho la digestión. [^13]: Esto no tiene nada que ver con el fin del capitalismo, tampoco con la efectividad o los resultados de los esquemas distributivos llevados adelante. Digresión: Fredric Jameson (Jameson 1994, xii, 2003, 76) sostuvo, mediante un juego de palabras y de contextos, lo siguiente: “que es más fácil imaginar el fin del mundo que imaginar el fin del capitalismo”. Metáfora que siempre resulta útil para que los distributivistas juzguen y avancen dentro del juego anticapitalista. [^14]: La encuesta se realizó en 2019 y alcanzó a 28 sociedades de los cinco continentes. Se solicitaba que tan de acuerdo estaba la persona encuestada con la siguiente sentencia: “Capitalism as it exists today does more harm than good in the world”. [^15]: De acuerdo con el FOURTH ANNUAL REPORT ON U.S. ATTITUDES TOWARD SOCIALISM un “[…] 70% de los Millennials [personas entre 23-38 años al momento de la encuesta] dicen que es probable que voten por el socialismo” en los Estados Unidos. Fuente: Victims of Communism. Memorial Foundation. Disponible en: [https://bit.ly/373nC2Q](https://bit.ly/373nC2Q) Último acceso: 28 de marzo de 2022.**** [^16]: Sobre este tema volveremos en las próximas sesiones. [^17]: Remito como referencia general a un texto anterior, véase Avaro (2019). Desarrollaremos este asunto con detenimiento en las próximas sesiones. [^18]: La idea del apropiador lockeano apunta y lanza el venablo certero al corazón de dicha pregunta, véase el Cap. V del _Segundo Tratado_. [^19]: Esto explica, en parte, la desconsideración con que la mayoría de los marxistas han tratado este debate. [^20]: Son los logros de los domadores y sus aliados. [^21]: Tergiverso un poco la idea de Ludwig Wittgenstein. En sentido estricto los IBU serían el modelo metodológico que guarda parecidos de familia con lo que realmente existe: las transferencias monetarias condicionadas. [^22]: En este esquema, incluso, ya no habrá financiamiento para la política, sólo a la administración. Algo incómodo hasta para la propia vida democrática tal y como se la entiende en la actualidad. [^23]: La historia de los experimentos en EE. UU. y Canadá es bastante rica. Entre 1968 y 1980 se realizaron cinco: New Jersey-Pennsylvania 1968–1972, Iowa y Carolina del Norte 1970–1972, Seattle/Denver entre 1970–1980, Gary (Indiana) entre 1971–1974 y Manitoba entre 1975–1978. Actualmente en EE. UU. hay varias pruebas piloto en marcha: Chicago (Illinois), Stockton (California) y Jackson (Mississippi). En Chicago los legisladores de la ciudad han aprobado por mayoría un plan, el alcalde está estudiando cómo financiar la propuesta. En cambio, en las ciudades de Stockton (California) y Jackson (Mississippi) ya están buscando inversores y donantes. Veremos con detalle este asunto en las próximas sesiones. [^24]: Los senderos se solapan, es decir, se requieren parcialmente entre sí para disponer el desmonte de la selva inmoral capitalista. Sin embargo, mi intención es dotarlos expositivamente de cierta exclusividad y autonomía, al menos en el nivel lógico-analítico que persigo aquí. [^25]: Para este asunto remito a Walzer (1983). Avanzaremos sobre este tema en la sesión dedicada a contraponer el asunto de la Justicia Global *vs* la Justicia Local. [^26]: Me refiero tanto a los filósofos, políticos, activistas y hacedores de políticas que ponen en prácticas estas políticas. [^27]: Por ejemplo, igualdad de capacidades para el bienestar (Amartya Sen) o cualquier otro índice de bienestar atado a una canasta de bienes (como parece ser el caso de Martha Nussbaum). [^28]: Trazo aquí un paralelismo entre los protocolos y el laboratorio en el sentido propuesto por Latour (2004) en un texto iluminador. [^29]: Hago aquí una lectura muy personal del texto de Pupavac (2012). [^30]: Los problemas cooperativos suponen hallar el mecanismo epistémico adecuado para establecer la relación entre un individuo con los muchos. En los problemas de coordinación el asunto consiste en establecer un mecanismo estable para la relación entre los muchos con un individuo ((aquí sigo a James Surowiecki en su libro intitulado _Cien mejor que uno_). [^31]: Una cosa es formular un paisaje inmoral sobre la propiedad privada, otra bien distinta es proponer un fundamento moral para otro tipo de propiedad (p. ej. la propiedad pública). [^32]: Remito aquí a un trabajo ilustrativo de John Roemer (Roemer 1993). [^33]: Hasta donde ha llegado mi investigación esta literatura sobre accesos no aborda de manera directa el asunto de los derechos sobre agenciamientos relativos a las decisiones. Anoto este tema, pero no puedo abordarlo aquí. [^34]: El asunto de la economía dirigida (_command economy_) es un asunto compartido tanto por los nazis (_Befehlswirtschaft_) como por los comunistas rusos. [^35]: Sistema Automatizado Estatal para la Recopilación y Procesamiento de Información para la Contabilidad, Planificación y Gobernanza de la Economía Estatal, URSS. [^36]: Dato de contexto: “En 1962, el Comité Estatal de Automatización y el Instituto de Estadística estimaron que aproximadamente 3 millones de ciudadanos (alrededor del 1,3 por ciento del total de 220 millones) estaban involucrados en contabilidad pública, registro de datos, cálculos estadísticos y de planificación y otros servicios de información de apoyo. para la economía planificada y que el número estaba aumentando rápidamente.” (Peters 2016, 62). [^37]: Esto incluía la eliminación de la moneda fuerte, suplantándola por recibos electrónicos (Peters 2016, 123), la panacea marxista de la eliminación de la moneda en los equilibrios de trabajo, producción y consumo era un círculo que se cerraba sobre el intercambio de información en tiempo real. El quebradero de cabeza para los comunistas rusos resultaban ser los asuntos relacionados con las decisiones de consumo, ahorro y dinero. Los soviéticos tenían tres supra instituciones para complicar el asunto: Comisión Estatal de Planificación (conocida como Gosplan), Comisión Estatal de Suministro de Materiales y Equipos (Gossnab) y Banco Estatal (Gossbank). [Nota: el prefijo _Gos_ es la contracción de _Gosudarstvo_ (Estado)]. [^38]: Chile tuvo, bajo el gobierno de Salvador Allende, su propio experimento de socialismo cibernético conocido como Proyecto CYBERSYN o SYNCO (Medina 2006). [^39]: Esta mirada se basa en que el Partido Comunista de China y sus grandes empresarios confían en que el paraguas de la inteligencia artificial permitirá simular a los mercados (Hornby 2018; N. Wright 2018; Yang 2015). Incluso Cuba ha incursionado en la aventura de simular un mercado a través de la IA (Backer 2017). Muchos autores consideran que la simulación de mercados vía la inteligencia artificial es posible en Occidente (Feng 2018; Phillips and Rozworski 2019; Saros 2014); otros, en cambio, postulan dudas razonables  (The Economist 2019). [^40]: Estas son labores profesionales cuyas “verdades” fungen ─sigo en esto a Fuller (2018)─ como marcas o banderas cuya relevancia queda reducida a su ámbito primario de incumbencia. Y aunque el trabajo profesional de los filósofos resulta un ingrediente primordial, por no afirmar que decisivo, en la preparación de los alimentos, en esta ewunión tampoco he ofrecido un derrotero de la influencia que ejercen ciertos pensadores sobre las tendencias distributivas, tampoco sobre la recepción que se ha hecho de las diversas escuelas de pensamiento en las cocinas distributivas